viernes, 18 de noviembre de 2011

El matrimonio argentino te puede dar dolor de cabeza, pero no la nacionalidad

Decidí que durante mis duras jornadas laborales, en vez de buscar en facebook a mis antiguos compañeros del cole y dedicarme a poner verde a Rajoy en los comentarios de la prensa, me pondría a estudiar cómo resolver la cuestión de mi nacionalidad. Porque con los días, aquella ocurrencia se había ido convirtiendo en una obsesión.

Cada vez que pensaba que la República de Argentina me rechazaba, me entraba como una calentura infecciosa por todo el cuerpo, que me ponía enfermo. Estás poco acostumbrado a que te rechacen, me dijo mi marido mientras me miraba con ojo clínico. La verdad es que no estoy acostumbrado. Siempre fui tan mono, tan simpático y tan educado (o por lo menos eso recuerda mi madre) que todas sus amigas querían abrazarme, acurrucarme y darme el biberón. Y por eso me ponía tan enfermo que algún país no me quisiera por ciudadano. Creo que el otro día Julio de Vido estuvo comentando tu caso en la Casa Rosada, me dijo mi marido. Eso, me dije, tómatelo a broma, ¡cómo no es a ti a quien rechazan!

Veamos, parece ser que el matrimonio con un argentino no te permite conseguir la nacionalidad, tan sólo acortar los plazos, que pasan irremediablemente por una estancia en el país. Por unos segundos estuve pensando en pedirle al jefe un par de añitos de vacaciones de nada, con sueldo eso sí, pero rechacé rápidamente la idea. Vayamos paso a paso. El primero, aprovechando que en Argentina también se han legalizado los matrimonios entre personas del mismo sexo, validar nuestro matrimonio español ante la República de Argentina.

Y como no veía muy entusiasmado a mi marido en mi lucha (¡no sin mi nacionalidad!) le propuse acompañarle en su visita al consulado argentino en Cádiz para sacarse el nuevo pasaporte. Así de paso pregunto cómo validar nuestro matrimonio en el registro civil consular, le dije. Levantó primero la ceja, luego ladeó la cabeza, y como quien no quiere la cosa me soltó a bocajarro: me temo que no hay Registro Civil en el consulado.

¡Cómo que no! exploté yo, ¡tooooodos los consulados tienen registros civiles! Si hasta en Tánger teníamos registro civil, ¿no te acuerdas que fue donde pedí mi partida de nacimiento cuando nos casamos? Si no, como se iban a registrar los natalicios, los matrimonios y las defunciones. En un consulado español tal vez, me respondió, en un consulado argentino no. ¡Ah…! Y ya no se llama Registro Civil, sino Registro de las Personas.

¡Pucha! ¿Será verdad o responderá a una sutil estrategia de mi hispanoargentino marido para desviar mi legítimo interés por conseguir su nacionalidad? La conversación me estaba dando dolor de cabeza, así que siguiendo la máxima de mi madre, nunca batalles de frente si puedes hacerlo por la espalda, sonreí y le dije a mi marido: Bueno, de todas formas te acompaño a Cádiz y hacemos un viaje romántico.

¿Romántico? ¡Y una gamba! San Martín, esto es la guerra.

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